jueves, 27 de marzo de 2014

Selene.

Me senté de nuevo frente a mi máquina de escribir e intenté visualizar lo que iba a escribir. Cerré los ojos y y traté de verlo en mi mente, con cada detalle. Era como un ritual; algo que siempre hacía antes de empezar a escribir una historia. 
Pero aquel día no existía inspiración alguna en mí. Era incapaz de escribir lo que me habían encargado. ¿Una redacción sobre mí? ¿Sobre cómo creo ser? No, eso no era lo que yo solía escribir. Yo escribía historias de amor y aventuras, a veces con finales trágicos, que hacían que se te saltaran las lágrimas, y otras con finales que te dejaban una sonrisa. Al menos, intentaba escribir esas historias. Porque eso era para lo que yo servía. No para describirme.
Puse los ojos en blanco de nuevo, suspiré y coloqué los dedos sobre las teclas de la máquina. Sentí como si alguien hubiese desatascado el grifo de mi inspiración, abrí los ojos de repente y comencé a teclear a la velocidad a la que la mente me iba transmitiendo las palabras. Escribí, y escribí. Sin parar un solo segundo.

Me llamo Selene Breeze. Literalmente, mi nombre es algo así como "brisa de la luna", ya que Selene era una antigua diosa lunar. Es curioso que algo tan insignificante como esas dos palabras digan tanto de mí. Soy sensible pero a la vez efímera, como la brisa, que te acaricia durante un segundo y después desaparece. Me gusta pensar que soy como la luna, aunque en realidad nunca lo seré; rodeada de millones de estrellas, y aún así solitaria. 
Quiero pensar que soy inocente, pero la verdad es que no lo soy. La realidad es que estoy loca. Sí, estoy completamente ida. Pero no me importa. Es más, me encanta que la gente me mire con cara extraña cuando voy dando vueltas por la calle mientras canto a todo volumen, cuando digo cosas sin sentido, cuando les digo algún insulto que no comprenden o cuando les digo que tengan cuidado con los patos. Es algo fantástico, eso de saber que son personas que no te comprenden, y que no te comprenderán jamás, y que no te importe en absoluto.
Escribo, pero leo mucho más. Considero a los libros mi medio de transporte personal, mi vía de escape en un mal día y mis recuerdos. Porque siempre está esa pequeña frase de un libro que me recuerda a alguien. O esa que me hace reflexionar. Y esas muchas otras que me sacan una estúpida sonrisa. Y esas muchas más que me hacen llorar a mares.
Amo la música. Es tan parte de mí como un hueso, o un músculo, pero creo que la música encaja más con mi corazón. Y, como tal, no podría vivir sin ella; imagina que te arrancan el corazón.
Algo que también forma parte de mí es esa tristeza perenne que parece no escapar nunca de mi interior. Esa tristeza que ha venido para quedarse. Alguien me dijo una vez que las lágrimas no tienen un sentido biológico. Que las lágrimas sólo deberían escapar cuando el ojo es dañado, no por la tristeza, ni por la tensión, ni por la alegría. Y, desde entonces, considero a las lágrimas algo abstracto, sin explicación. Algo que, de alguna manera, se parece a mí.

Cuando leí lo que había conseguido escribir, sonreí inexplicablemente a la hoja de papel llena de letras grabadas en tinta. Podía decir que había conseguido definirme bien.
Se lo entregué contenta a la profesora, que, al devolvérmelo, me miró con la cara extraña de las personas que no entienden por qué hago ciertas cosas. Le dediqué una amplia sonrisa, ignorando a la tristeza que seguía aún dentro de mí, y me fui por el pasillo como era habitual en mí, dando pequeños saltitos de niña pequeña.
En ese instante, fui yo misma.
En ese instante, me sentí feliz.
Desde ese momento, supe realmente quién era Selene Breeze.

1 comentario:

  1. Lo único malo, es que yo sí que no sé quién es Selene. ¿La otra personalidad de Merce? Le tengo que llamar Selene o Merce?

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